El pecado de una Educación Pública
Cuando ayer la Concertación se vio enfrentada a la movilización estudiantil, por mejoras sustanciales al sistema de Educación, sintió que el sistema era vulnerado por unos muchachos, unos pingüinos, que los obligaban a discutir sobre temas que ellos pensaban el sistema había resuelto sabiamente. Herencia de la Dictadura o no, los distintos Gobiernos de la Concertación no hicieron más que administrar y retocar un sistema que limita al Estado a ser un mero administrador de subvenciones tanto para la educación pública como privada, con el permanente temor de asumir un liderazgo mayor, escudándose en los “acuerdos posibles” para “avanzar” en una frágil Democracia. Mostró también lo complicado que le era zafarse de un modelo que había hecho suyo, y con el cual algunos connotados de la Concertación también “lucraban”.
Cuando la Derecha asume el gobierno, no muestra pudor, y no tiene por qué hacerlo, en sentirse cómoda con la Educación tal cual se nos presenta en la actualidad y del legítimo “lucro” que los inversionistas privados obtienen de ella. Pero lo de antes y lo de ahora, no quita, no puede quitar el que aspiremos a algo mejor. Nos quieren convencer de que lo que existe hoy es perfectible, principalmente en lo relativo a los estándares de calidad y control, a unos pocos Fondos excepcionales, como si se tratara de un bono de término de conflicto.
¿Por qué el modelo de la Educación se ha convertido en un Paradigma?
¿Por qué es utópico pensar que la más básica y necesaria de las necesidades de una Nación moderna, como es la Educación, no puede ser de calidad y gratuita?
¿Por qué los gobernantes de un país que se inscribe en un circulo de naciones “TOP” como es el caso de la OCD, ven con ojos tan suspicaces a los que anhelan una Educación democratizadora tanto en su calidad como en su acceso?
¿Qué más democrático y esperanzador para un país entero, tener a sus hijos, a todos sus hijos, sin distingo de cuna, en condiciones de recibir un conocimiento que les asegure un porvenir digno?
¿Qué más potente que una nación con mano de obra calificada de excelencia, lo mismo que técnicos y profesionales mejor preparados?
¿ Por qué no es legitimo el enojo, la rabia del ciudadano común, que trabaja todos los días del año para llevar sustento a su hogar, que paga IVA en cada kilo de pan, cada litro de leche , en todos los alimentos y ropa, que paga patentes, derechos de uso de vías exclusivas, que debe pagar su propio sistema previsional( otro paradigma), y que ve con incertidumbre el futuro de su prole, sencillamente porque no cuenta con los recursos suficientes para “asegurar” la calidad de su educación presente y futura?
¿Por qué nos dicen que No, si este país tiene riquezas suficientes para todos?
¿Tanto le temen a que seamos todos iguales, al menos en las oportunidades de salir adelante?
¿Es tan necesario “por el bien de todo lo establecido” remarcar la diferencia en las clases sociales no sólo en lo que tienes, sino también en lo que sabes y puedes aspirar a ser?
¿Por qué nos dicen que No, si somos los millones de Chilenos que con los diferentes impuestos que pagamos, los que podemos exigir un futuro mejor, para todos?
No es utópico pensar en una Educación mejor en su calidad y acceso. Lo utópico es creer que las cosas deben seguir siendo como son porque alguien dijo en su momento como debían de ser. Lo realmente utópico es pensar que vivimos en un país exitoso, con un 54% de la población trabajadora ganando sueldos que no superan los $250.000 en promedio. Lo tristemente utópico es tragarse el eslogan de que somos un país feliz, con los grados horribles de desigualdad social, producto entre otras cosas de una desigual Educación.