A propósito de la realidad que se ha expuesto de nuestro Chile, respecto de los asesinatos a mujeres sometidas a violencia por parte de sus parejas, me ha parecido interesante este artículo que me ha enviado Luis Edo Corvalan, médico y vecino de Peñalolén. En él se indican verdades simples y directas que apuntan a la verdadera voluntad de resolver los problemas y no sólo hacerse cargo de las consecuencias. ¡Cuando haremos esfuerzos efectivos por prevenir, más que acusar el golpe de la leche derramada!
Femicidios y Labor Preventiva
por Christián Arévalo Rodríguez*
Recientemente, hemos sido testigos de diversos casos de violencia ejercida contra mujeres. En muchos de ellos, las víctimas han sufrido, con anterioridad, episodios de agresión en menor escala, que podrían haber sido objeto de intervenciones precoces que evitaran un desenlace trágico.
Es sabido que al interior de las familias en que se vive la violencia las parejas tienen un funcionamiento crónicamente establecido en que la agresión, el arrepentimiento, el perdón y las llamadas "lunas de miel" (períodos de "abuenamiento" de las parejas) se repiten interminablemente. Además, se sabe que tanto el agresor como la víctima suelen tener características de personalidad que les impiden cambiar esta dinámica, aunque exista una voluntad real de hacerlo.
Las mujeres que presentan rasgos de carácter que las definirían como vulnerables y tienen antecedentes de abusos vividos en su infancia, se instalan en una situación de víctima, buscando ayuda permanentemente en lugar de sobreponerse, lograr su autosuficiencia económica o tomar medidas realmente efectivas para evitar la violencia. Por otra parte, los potenciales agresores de estas mujeres tienen habitualmente distintos factores que pueden facilitar el uso de la violencia, tales como una escasa tolerancia a las frustraciones, inestabilidad emocional, descontrol de impulsos y dependencia emocional; características que les hacen buscar mujeres que compensen estas carencias emocionales, tornándose en extremo dependientes de ellas. Por ello, es que frente a la eventual pérdida de este vínculo pueden reaccionar de manera primitiva, sin medir las consecuencias de sus actos.
Existe, por cierto, otro tipo de perfil del agresor, en que predominan la frialdad afectiva, la autosuficiencia y la indiferencia por los sentimientos de los otros; en estos casos la violencia es parte de un cuadro que se asocia a conductas psicopáticas en todos los ámbitos de la vida.
La difusión mediática que han tenido los recientes femicidios podría tener un efecto adverso, pues podría instalar la imagen de estas acciones como un recurso válido en culturas en que el machismo sigue presente. Cabe preguntarse también si el crear una figura legal o el agravamiento de las condenas judiciales servirá para prevenir acciones que tienen características tan distintas a las de otros delitos.
Nos parece que una respuesta más efectiva del Estado sería el fortalecer las redes sociales a las que puedan acudir precozmente las víctimas y los potenciales agresores. Se hace necesario mejorar la capacidad resolutiva, organizar en forma coherente y evaluar los resultados de los múltiples programas y proyectos relacionados con el tema y que actualmente se encuentran en distintos niveles de los ministerios de Justicia, Salud y el Servicio Nacional de la Mujer.
Actualmente muchos de los servicios de atención de salud mental se encuentran agobiados por tener que resolver la demanda generada por las patologías cubiertas por el AUGE, de esta forma, se hace imposible poder realizar acciones preventivas e intervenciones psicológicas y psiquiátricas precoces que impidan que se sigan repitiendo hechos tan dramáticos como los que nos ha tocado conocer.
* Médico psiquiatra y académico de la Universidad de Las Américas
por Christián Arévalo Rodríguez*
Recientemente, hemos sido testigos de diversos casos de violencia ejercida contra mujeres. En muchos de ellos, las víctimas han sufrido, con anterioridad, episodios de agresión en menor escala, que podrían haber sido objeto de intervenciones precoces que evitaran un desenlace trágico.
Es sabido que al interior de las familias en que se vive la violencia las parejas tienen un funcionamiento crónicamente establecido en que la agresión, el arrepentimiento, el perdón y las llamadas "lunas de miel" (períodos de "abuenamiento" de las parejas) se repiten interminablemente. Además, se sabe que tanto el agresor como la víctima suelen tener características de personalidad que les impiden cambiar esta dinámica, aunque exista una voluntad real de hacerlo.
Las mujeres que presentan rasgos de carácter que las definirían como vulnerables y tienen antecedentes de abusos vividos en su infancia, se instalan en una situación de víctima, buscando ayuda permanentemente en lugar de sobreponerse, lograr su autosuficiencia económica o tomar medidas realmente efectivas para evitar la violencia. Por otra parte, los potenciales agresores de estas mujeres tienen habitualmente distintos factores que pueden facilitar el uso de la violencia, tales como una escasa tolerancia a las frustraciones, inestabilidad emocional, descontrol de impulsos y dependencia emocional; características que les hacen buscar mujeres que compensen estas carencias emocionales, tornándose en extremo dependientes de ellas. Por ello, es que frente a la eventual pérdida de este vínculo pueden reaccionar de manera primitiva, sin medir las consecuencias de sus actos.
Existe, por cierto, otro tipo de perfil del agresor, en que predominan la frialdad afectiva, la autosuficiencia y la indiferencia por los sentimientos de los otros; en estos casos la violencia es parte de un cuadro que se asocia a conductas psicopáticas en todos los ámbitos de la vida.
La difusión mediática que han tenido los recientes femicidios podría tener un efecto adverso, pues podría instalar la imagen de estas acciones como un recurso válido en culturas en que el machismo sigue presente. Cabe preguntarse también si el crear una figura legal o el agravamiento de las condenas judiciales servirá para prevenir acciones que tienen características tan distintas a las de otros delitos.
Nos parece que una respuesta más efectiva del Estado sería el fortalecer las redes sociales a las que puedan acudir precozmente las víctimas y los potenciales agresores. Se hace necesario mejorar la capacidad resolutiva, organizar en forma coherente y evaluar los resultados de los múltiples programas y proyectos relacionados con el tema y que actualmente se encuentran en distintos niveles de los ministerios de Justicia, Salud y el Servicio Nacional de la Mujer.
Actualmente muchos de los servicios de atención de salud mental se encuentran agobiados por tener que resolver la demanda generada por las patologías cubiertas por el AUGE, de esta forma, se hace imposible poder realizar acciones preventivas e intervenciones psicológicas y psiquiátricas precoces que impidan que se sigan repitiendo hechos tan dramáticos como los que nos ha tocado conocer.
* Médico psiquiatra y académico de la Universidad de Las Américas
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