Son miles los rostros que no volverán a ver,
son miles los gritos que quedaron estampados
en miles de segundos de dolor y angustia,
en que la carne se hacía tensa y el sudor recorría entero el cuerpo,
en que el miedo se hacía dueño de los espacios
y la mirada se perdía en un punto imaginario...
Son miles los rostros anónimos, de padres, madres, hijos, amigos, hermanos... que esperaban algún día llegase la Justicia plena y el castigo merecido...
Pero el rostro del horror, cansado e impávido, pero horror al fin,
se fue de este mundo sin dar razones, sin pedir perdón y sin hacer un gesto bondadoso en reconocimiento del dolor de los otros, de los miles de otros que tuvieron la mala fortuna de saber del Dictador.